Cuentan que ,en el tiempo en el que los griegos aún existían, cuando Orfeo, hijo de una de las musas, precisamente la musa Calíope "la de la bella voz", osaba su lira tocar y su dulce voz recitaba ciertos poemas, amansaba a criaturas cualesquiera e, incluso alegraba el corazón de los hombres, de los animales, la tierra y hasta de los mismísimos dioses. Muchas eran las pretendientes que deseaban con Orfeo yacer entre las sábanas, pero pocas eran las que conseguían su interés. Sin embargo, un día, cuando él tocaba su lira en los valles de Tracia, se encontró con la bella ninfa Eurídice, y cuán era tan grande su amor entre ambos, que pasado poco tiempo, decidieron así contraer matrimonio. Vivieron felices durante algunos años. Pero no toda la felicidad dura para siempre.
("Orfeo y Eurídice" de Frederic Leighton)
Quiso el cruel y desventurado destino que el pastor Aristeo quedara totalmente prendido de la hermosa Eurídice, y así, uno de los días en que él se encontraba en el campo, la intentó atacar para violarla. No obstante, en su huida, Eurídice fue mordida en el pie por una serpiente, y falleció, envenenada.
Orfeo quería morir, pues sin su amor, él se había reducido a nada, el mundo no tenía sentido, y la música tampoco. Sólo conseguía arrancarle a la lira notas de lamento, y a sus labios poemas de frustrado tedio.
Así pues, movido por la fuerza del amor, Orfeo alcanzó los mismos Infiernos, sí, bajó hasta el Inframundo, donde tuvo que enfrentarse contra Caronte, el barquero de los muertos, y el Can Cerbero, a los cuales venció gracias a su música melodiosa. Una vez llegó frente a Hades y su mujer, Perséfone, volvió a hacer uso de su lira y así conmovió sus corazones. Benévolo, el dios del Inframundo y de los muertos permitió devolver a Eurídice a la vida si Orfeo no la miraba hasta que no salieran de allí. Así fue durante casi todo el camino, así fue cómo la ninfa siguió el cuerpo fornido de su amado hasta llegar frente a la salida. Al ver los rayos del sol no pudo contener un suspiro, y así fue como, cayendo en el olvido, Orfeo volteó la vista y la fijó en su amada Eurídice, por lo que está se desvaneció por completo.
Después de esto, el dios intentó bajar de nuevo al Inframundo, pero Caronte no le permitió la entrada, y él esperó siete días y siete noches, pero, al ver que no podía enmendar el error que había cometido, decidió marcharse al desierto. Y así vagó durante años, sin comer ni beber, sólo acompañado de su música y su poesía.
Finalmente, Orfeo murió descuartizado, siendo las partes de su cuerpo esparcidas por el mundo. Su cabeza alcanzó la costa de Lesbos, donde se encontraban las musas y, entre ellas, su madre. Se dice que cuando ellas la encontraron, sus labios aún se movían pronunciando un nombre: "Eurídice, Eurídice, Eurídice..."